El chico que odiaba las nubes
Mis pies me duelen, quizá sea porque están colgados del tendedero, le dije a mi madre que no se necesitaban poner a secar pero ella insistió en que la forma correcta de hacer las cosas y las buenas costumbres imponían sobre nosotros la necesidad de colgarme por los pies del tendedero. A mi lado se dispuso a cagar una paloma, sus hermosas plumas de un verde azulado estremeciéndose cada vez que de su ano surgía un chorro de blancuzco líquido que iba a dar al suelo, salpicando los pobres pastitos. A mi alrededor se extiende un jardín de rosas silvestres, no estoy seguro de qué es lo que quiero hacer, pero sé que las puertas del jardín estarán cerradas por siempre. Quizá pueda sentarme en un rato, cuando logre quitarme los pies de mis zapatos y los deje atrás para sentir la hierba crecer entre los dedos. Un día mis padres decidieron levantar un inmenso muro de piedra en torno a mi cama, una especie de microcosmos de rejas de hierro dentro del cual estarían ahora sí completamente seguros d