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Mostrando entradas de mayo, 2020

El chico que odiaba las nubes

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Mis pies me duelen, quizá sea porque están colgados del tendedero, le dije a mi madre que no se necesitaban poner a secar pero ella insistió en que la forma correcta de hacer las cosas y las buenas costumbres imponían sobre nosotros la necesidad de colgarme por los pies del tendedero. A mi lado se dispuso a cagar una paloma, sus hermosas plumas de un verde azulado estremeciéndose cada vez que de su ano surgía un chorro de blancuzco líquido que iba a dar al suelo, salpicando los pobres pastitos. A mi alrededor se extiende un jardín de rosas silvestres, no estoy seguro de qué es lo que quiero hacer, pero sé que las puertas del jardín estarán cerradas por siempre. Quizá pueda sentarme en un rato, cuando logre quitarme los pies de mis zapatos y los deje atrás para sentir la hierba crecer entre los dedos.  Un día mis padres decidieron levantar un inmenso muro de piedra en torno a mi cama, una especie de microcosmos de rejas de hierro dentro del cual estarían ahora sí completamente seguros d

Esta va para ustedes, amigos artistas

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Esta va para ustedes, amigos artistas, cuyos sueños murieron en su juventud bajo el peso del polvo y las raíces, esta va para ustedes, que se alzaron cual tigridia iluminando el cielo y luego se desvanecieron entre humo y cenizas mientras abajo, sin entender lo que pasaba, les aplaudían, esta va para las que, solitarias, soportaron y sucumbieron a los golpes insistentes en la puerta del cuarto con un martillo, esta va para las cientos de flores de un solo día. Esta va para ustedes, amigos artistas, cuya barriga duele de hambre y cuyas manos tiemblan al sol de un amanecer sin sonido, la belleza que sus ojos ven merecía ser conocida, y sin embargo son hermosas tus manos agrietadas, tu piel tan lastimada por el olor de las rosas que invaden los museos  de perfumes costosos, de abrigos de piel de zorro hechos sin matar ni uno solo, esta va para ustedes, rostros sin nombre, olvidados sociales voces del monte, esta va para aquellas que de hambre murieron y también para esos cuyo arte rompier

¿Mamaíta, qué hay para cenar?

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Me despierta la luz que se apaga, mi departamento se ha quedado a oscuras. Siento el cuerpo pesado por toda la deuda nacional acumulada y asumida en impuestos que no puedo pagar, que no quiero pagar. El ventilador silba, silba sobre mi cabeza con sus cuchillas lo suficientemente fuertes para destrozarme un dedo pero no tanto para arrancarme la cabeza. Meto la cabeza entre las aspas giratorias para detener el aparato, apretando un pequeño botón muy mal colocado entre el ventilador y el techo que ya me ha costado uno o dos dedos. ¿Por qué compré esta cosa defectuosa? Ah claro, era lo único que podía comprar y al departamento no le faltaba aire acondicionado, ya podía yo irme a buscar uno con clima si tenía el dinero para esa comodidad. Las horas que pasan en el reloj cuyas manecillas son las aspas del ventilador pasan más rápido cuando uno es capaz de seguir el movimiento del sol por los techos. Me gusta mucho observar, observar en silencio y esperar, callar, desaparecer, hacerme invisib

Profecía para los pobladores de un nuevo país

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Se levanta desde el lago de Texcoco tu alta y pálida figura, tu voz rasga los cielos así como rasgadas están tus vestiduras, no importa que me llegue desde kilómetros de distancia: igual puedo escuchar fuerte y claro tu lamento. Ay, Llorona, que se mueren tus hijos de hambre allá en la sierra, que los militares te matan los niños y de traficantes los visten, ay, Llorona, tu México sangra, Diosa Madre Doliente, Cihuacóatl despierta, alza al cielo tus manos  y grita con voz ferviente: "Ay, mis hijos, mis aguas, mis tierras, ¡Anáhuac perdido, gritos en la sierra! La advertencia no fue escuchada, mis hijos murieron, la advertencia no fue tomada, mis hijos desaparecieron, hoy son otros los hijos que acojo en mi seno, hoy son otras las voces que oigo hablar en el cerro. "Escuchen, mis hijos, que viene una tormenta. Miren al cielo del este, la mar está violenta. El sur y el norte que colapsan sobre sus imperios de mentiras no son señal de la esperanza, pero más bien de la insidia qu

Cuando el bosque ame

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Si quiero, extenderme puedo mucho más allá de los límites visibles para la mayoría de los animales, arrastrar mis raíces bajo la tierra hasta sentir los cimientos de alguna roca extraña colocada ahí a propósito para servir de guarida a los seres humanos. Cuando mis colinas se llenan de hojas y el invierno pone blancos los vientos prefiero en cambio retraerme, guardarme a mí mismo para evitar perderme entre los sueños profundos de la semilla. Las pesadillas que me acosan cuando duermo demasiado tiempo siempre tienen que ver con sierras y cenizas, y no logro entonces descansar aún si todo permanece quieto. El paso del tiempo sin embargo para mí es muy diferente. A veces me siento embargado por la cantidad de información referente a aquellos seres humanos que de vez en cuando se mueren y alimentan mis fértiles suelos con su memoria y recuerdos. Aunque por mí también han pasado acontecimientos, desde niños perdidos hasta enteros ejércitos, lo cierto es que mi memoria es distinta, mi me

Decirte que te quiero

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Puedo muy fácilmente decirte que te quiero porque el camino a mi centro lo has recorrido con esmero, las rosas que lo rodean no son todas de tus manos, pero en tus ojos se crean nuevos jardines lejanos y la promesa de un día vernos bajo el sol poniente, las manos en armonía y los labios un puente. Quizá la nuestra canción sea más bien vigorosa, una carcajada al viento una tormenta azarosa, pero yo puedo muy fácilmente decirte que te quiero. Puedo a su vez decirle si a usted le parece adecuado que en mucho le tengo aprecio pues con usted me siento abrigado, quizá sea más apropiado si procedemos con cuidado respetando nuestros deseos pero sin temores lejanos, porque la vida ha sido larga antes de llegar a su lado y ahora que usted ve mi carga quizá quiera esperar bienamado. Es posible que nuestro himno sea una pieza para orquesta, un poema en el deliriro, una puesta en escena, pero yo puedo a su vez decirle que mucho le aprecio. Puedo también deciros que os adoro en la distancia puest

Gloria

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"Fue en octubre del 68 que probamos la gloria" dice mi abuelo orgulloso siempre que cuenta su historia. "Tu generación no entiende lo que es luchar por la vida, alzar el puño a la muerte y atrincherarse en la avenida, mis compañeros murieron por darte estas libertades que ahora tú desperdicias en puras banalidades". "¿Qué hacer" pensaba yo "para a mi abuelo enorgullecer? Que las luchas del ayer están todas acabadas y hoy por hoy no puedo ver hacia dónde navegar para poder encontrar ese rojo atardecer, al oeste las montañas todo siempre ocultan ya, sólo puedo contemplar hacia el cielo pensativo mientras a mi abuelo oigo su vida relatar. Observo en silencio surgir desde las sombras iluminado por la luna de un sueño inquieto al objeto de todo mi obseso deseo. La mano de la gloria en que reposan las uvas con que se obsequia a los héroes que por sus naciones luchan, pienso en Aquiles y en Hércules y en

Ave Negra

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Últimamente tengo todas las noches la misma pesadilla, el mismo maldito escenario repetido como televisión de los domingos pero mucho más inquietante que las películas que no llegaron al "Sábado Apantallante" y que aún así querían aparecer de a huevo en mi televisión. De cualquier forma no es como si viviera este sueño como si fuera una película, quizá es eso lo que lo vuelve mucho más inquietante que la Titanoboa 2000... o quizá sea el hecho de que eso se siente mucho más real que imaginar una serpiente gigante que recorre los campos de Estados Unidos comiéndose a los cazadores glorificados y a las familias desprevenidas que deseaban tener un día de campo en el interior de sus vehículos ("Americanos, por supuesto"). En la visión me encuentro en un lugar que se parece mucho a mi casa, pero que a la vez es terriblemente distinto de esta. Unas largas y pesadas oscuridades se extienden por los suelos, los techos y las paredes mientras que del exterior, a través

Un flamenco ante el deseo

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- Me siento tentado a decir que tú estás efectivamente deseando comer una de mis uvas. - me interpeló muy groseramente el hombre cuya cabeza era, efectivamente, un racimo de uvas.  Lo miré indignado, pero tuve que apartar la mirada casi de inmediato pues de lo contrario mi rostro se volvería en un tomate, y eso en sí mismo era bastante vergonzoso. Por ahora me gustaba tener cabeza de flamenco, estirar mi largo cuello y ocultarlo en mi propio abrigo con gran dignidad, para después girarme y observarlo por unos segundos altivamente, antes de volver a desviar la vista y pretender que no existe.  El reloj en la pared de la cocina dio las once, el sol sin duda ya no entraba a raudales por las ventanas, la mañana se acababa. Miré con impaciencia la alta puerta de madera desconchada, antes blanca, ahora como mucho manchada, moteada, grisácea. Quizá llegaría pronto Ariadna, la hermana del hombre cuya cabeza era un racimo de uvas y a quien realmente esperaba encontrar al adentrarme