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Mostrando entradas de octubre, 2014

Justo

¿Qué es la justicia ?  -Madre, ¿dónde está papá? -Se ha ido de vacaciones hijo, ¿no te he dicho ya? -Han de ser unas vacaciones increíbles. Dos años... ¿Por qué yo no tengo vacaciones de ese tipo? -Porque debes estudiar, hijo. -Bueno, ¿al menos le puedo escribir cartas? Lo extraño mucho. -Claro, todas las que quieras, me aseguraré de enviárselas. ¿La justicia son las cartas sin leer que yacen sobre la mesa del estudio? Querido papá:  Espero que vuelvas pronto a casa. Te extraño mucho. Quiero mostrarte el hormiguero nuevo que hice. Es enorme.  Querido papá:  Madre llora mucho. También te extraña. A veces no parece ella misma, encerrada en su habitación. No me deja salir a jugar con mis amigos. Ojalá estuvieras aquí. Tu sí me dejarías.  Querido papi: El próximo sábado participaré en un concurso de natación. Madre por fin ha comenzado a salir un poco más de su habitación. Creo que verme tan motivado la ha animado. Espero que puedas ir, hace mucho que no te

El Hada de los Dientes

Una espina clavada en el hombro de esa pobre madre trabajadora. ¿Cómo podrá alimentar a sus hijos si la espina se les entierra cada vez que intentan acercarse? El dolor de su corazón es tal que de su pecho salen pequeños pétalos carmesí cada vez que llora, y una herida se abre ahí en su seno como si un ojo se abriera para ver el mundo con una pupila sombría y llena de crueldad. Sólo palomas muertas pueden salir de su boca, sóo búhos encadenados hacen volar su mente. Gatos negros son sus pies, gatos negros cosidos con venas y engrapados con dientes a sus gelatinosas rodillas.  La mujer salta hacia la nada, se lanza desde la silla, y la soga en su cuello se hace cada vez más delgada entre los supurosos brotes de su piel que parecen envolverla como si de los pliegues de una manta se tratasen. Mas la soga se rompe, no sostiene el pesado riñón de la mujer, que está lleno de antiguas muelas que ha devorado, encontrándolas debajo de las almohadas de aquellos niños ilusos que la llaman el

La huella

El cielo gritaba sobre nuestras cabezas, furioso, como si quisiera destrozarnos y devorarnos con todo su poder. Aullaba y lamía nuestras paredes el viento, intentando hacer causa común con las alturas, mientras el mar rugía casi bajo nuestros pies, destruyendo roca a roca el risco para intentar arrastrarnos a sus oscuras profundidades. La campana en la torre sobre nuestras cabezas no paraba de repicar, una y otra vez, como si anunciara el advenimiento de Satanás. Miré preocupado al profesor. Él pobre hombre estaba pálido como un muerto, sus ojos marcados por las ojeras estaban enrojecidos y temblaban tras sus anteojos. Una barba de varios días intentaba disimular unas mejillas hundidas. Se veía terriblemente mal, acabado, como un hombre que ha perdido el alma. Sus ojos vacíos recorrían la habitación de un lado a otro, sin saber bien que hacer, como un animal desorientado y asustado buscando una salida. La puerta, sí, la puerta estaba abierta. Sus ojos iban hacia ella constantemente.