La Mañana Roja
Se despertó con una sonrisa en la boca. El olor de la mañana entrando por su ventana abierta. Con cuidado, bajó de la elegante cama, calzando sus pantuflas. Se estiró, bostezó. Se dirigió al baño, para peinarse y arreglarse. El nuevo día comenzaba, y ella debía lucir hermosa como de costumbre, ni una arruga de preocupación, sin ojeras. Con un suspiro, terminó de maquillarse, cogió el cuchillo que había lavado la noche anterior del lavabo, y se dispuso a bajar a la cocina para dejarlo en su sitio. Al pasar por la sala, se giró y contempló satisfecha. Ni una mancha. No había rojo en las paredes, ni en la alfombra, ni en la mesa, ni en las cortinas. Impecable, justo como debía estar. El aroma de la noche anterior hizo que le rugieran las tripas. Así que fue a la cocina. Comenzó a buscar en la alacena: zanahorias, tomates, aguacate, papa, apio, sal, chile, un poco de cilantro, y una pizca de pimienta. Puso a hervir las papas, las zanahorias y el apio con un poco de sal, mientras que