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Mostrando entradas de junio, 2014

I promise

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-I'm finally here.- said a very familiar voice behind him.  Arthur frozed, with the champagne glass in his hand, just in the middle of the  way to his mouth. He slowly turned around, just to find that, actually, she was there. Ally just stared at his eyes, smiling, sitting on the big leather sofa. Behind her shadow, the hearth was almost extinguished.  She was as cute and pretty as he always remembered her. Black short hair, soft brown eyes, always smiling mouth, she still had that funny nose, and those cute eyebrows. She was still very very fragile, it seemed like she was about to dissapear. Well, maybe there was another reason to that, you know? She wasn't supposed to be there, not anymore.  Ally got up, and started to walk towards him. The smile on her face increased, as she noticed that he was trembling. He was very, very, scared, and it was totally obvious. She finally reached Arthur, and hugged him. "She feels like if she was actually here..." Arthu

Niño malo

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-No se nos permite entrar ahí, Isaac.- decía la pequeña Flor, una niña de apenas 5 años, morena y con cabello negro, llevaba dos trenzas. Vestía una blusa roja y y unos pantalones cortos morados. Sus sandalias verdes se perdían entre el pasto. Isaac, su hermano mayor, era un chico de 14 años con la piel curtida por el sol. Tenía los rubios cabellos totalmente desordenados sobre su cabeza, apuntando en diversas direcciones sin ton ni son, y vestía una camisa sencilla y vaqueros. Iba descalzo, para hacer menos ruido. Bueno, no era exactamente su hermano, no tenían ningún lazo sanguíneo. Pero en el orfanato casi nadie lo tenía. El la había adoptado como hermana menor para protegerla de los demás chicos. Casi no había niñas en el orfanato, y debido a la poca atención que les prestaban las monjas, el ambiente era algo duro. El muchacho simplemente siguió avanzando hacia la puerta del misterioso edificio de piedra en medio del jardín que desde siempre había sido objeto de leyendas e

Mirando las estrellas

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Aquella fue una noche cálida. Todos los habitantes del pequeño pueblo de Póreas habían salido de sus casas a sentarse en los porches, buscando captar alguna suave brisa que pudiera aliviarlos del calor. La luna brillaba grande en un cielo lleno de estrellas. Estrellas que alguna vez habían estado totalmente ocultas por las negras nubes de un aparentemente inminente fin del mundo. Pero en aquel momento, los humanos de Póreas miraban satisfechos su triunfo ecológico: a pesar de los inmensos niveles de contaminación que habían acabado con todas las especies salvajes de la Tierra, a pesar de que los árboles ya crecían solamente en invernaderos cerrados, a pesar de que el agua se tenía que generar artificialmente desde que los mares se habían vuelto negros, podían de nuevo ver las estrellas.  Sin embargo, en la última casa antes de llegar al pantano, las cosas no eran iguales que en las demás. La mujer que ahí vivía era la más anciana de todos los habitantes de Póreas. Leona era su nom