Recuerdos soleados
Era clarito el sol cuando yo era niño y las nubes que volaban en lo alto de mi casa nunca habían ennegrecido, mis ojos adoraban ver el sol y la tormenta, los reflejos de cristales y los cristales en los caminos, miles de barquitos de papel caían como diluvio sobre los ríos de las calles y mis ojos observaban siempre sin pestañear. La luz no es eterna ni es inamovible, la luz se dobla, se retuerce, se adapta, un rayito de sol no oscurece al entrar en una habitación en penumbra, más bien al contrario ilumina el entorno y él mismo va cambiando e influenciándolo todo: no es lo mismo la luz del amanecer que la luz del atardecer que la luz del medio día, el sol es adorable cuando despierta bostezando que es cuando yo lo miro con ternura, hay algo sublime en cambio en el sol que se oculta y entonces yo prefiero estar callado, mientras que a medio día el sol que se aburre me aburre a mí igual. Mi abuelita me decía que cua