La casa de la luz roja
- Vivo allá, en la casa de la luz roja. - dijo mientras señalaba. Cuando él miró hacia allá no pudo ver nada, aquella noche había un apagón en la ciudad y las casas estaban todas negras, todas iguales, rostros grises sin ojeras ni sonrisas ni matices. La miró arqueando una ceja, olvidando también él que la luz no iluminaba sus rasgos, pero a pesar de que no había manera él se dio cuenta de que ella sonreía y supo que en realidad no lo había olvidado. La mañana se extendía como una serie de sombras sin forma ni nombre que pasaban presurosas y en filas estrechas sobre un fondo color ceniza. A veces el cielo no deseaba despertar, pero todos los días las aves tenían que cantar y volar armando escándalo bajo todas las ventanas. Se dio cuenta de que se había olvidado de pedirle que le regresara su encendedor demasiado tarde, cuando ya era hora de comer y había salido a la calle a fumarse un cigarrito antes de seguir con la chamba. "Eh, ¿tienes fuego?" y las manos se le