Las Voces del Lago - De la mente humana y otros asuntos oscuros


Era una noche fría, una única estrella brillaba en el cielo. Los patos que nadaban interrumpían las miradas ensimismadas que se daban largamente las dos lunas enamoradas. Una lejana nota musical resonaba con el viento, el cual de vez en cuando soplaba entre las cañas tornándolas en flautas de bamboleante sonido. Todos dormían. Únicamente aquel individuo estaba despierto.

El humano vestía de traje y corbata. Su elegancia desentonaba con el paisaje, y eso lo ponía nervioso. Pero no le importaba, tenía que conseguir encontrarla, aquella verdad que estaba buscando desde hacía tanto. Miró entre las hierbas espesas, se asomó al follaje de los árboles más altos, incluso entró en una cueva, pero nada. El eslabón perdido en la cadena de su existencia, aquella memoria que le daría sentido a todo, no se encontraba en ninguna parte.

Triste, se sentó en la orilla del lago. Miró hacia sus profundidades, y entonces lo divisó: ¡el eslabón! Ahí abajo, muy lejos de las miradas indiscretas de las lunas, reposaba aquello que estaba buscando. Refunfuñando y maldiciendo la hora en que el eslabón fue lanzado al interior del espejo, el humano se quitó el traje y entró al lago.

Sus poros gritaron de agonía ante el agua helada, pero él no planeaba detenerse. Si hay algo admirable en los humanos, es que cuando en serio se proponen conseguir algo que desean, no hay poder sobre la Tierra capaz de detenerlos. Sin embargo, en cuanto nadó hasta la mitad del lago, sucedió algo inesperado.

Ante sus gritos de sorpresa y desconcierto, varias columnas de agua helada se elevaron de la superficie, enroscándose a su alrededor. Pronto, estaba totalmente encerrado en una apretada jaula. Antes de que se le ocurriera siquiera escapar, una ráfaga de agua helada comenzó a extenderse desde el fondo. Toda el agua debajo de él se congeló en una larga columna de hielo que cubría únicamente el área de la jaula donde se encontraba. Por supuesto, los barrotes de la jaula también se congelaron.

Estaba horrorizado y totalmente helado. El agua se había congelado con él adentro. La horrorosa sensación de hielo mordiendo su torso casi lo hacía gemir de dolor.

Como invocada por sus gritos, una criatura acuática emergió del oscuro abismo. Tenía una esbelta cabeza de ganso con tres crestas coronando su cuello, y unido al cuello un cuerpo de manta que a su vez se transformaba en el cuerpo de un ganso con una larga cola de plumas sedosas y mullidas que se enroscaban en varias espirales enroscadas entre sí.

-Desdichado humano, lucharás con las cadenas que tú mismo has creado- habló la criatura con una voz milenaria y profunda como el mismísimo cielo.

El humano sólo pudo quedársele viendo boquiabierto.

La criatura se carcajeó con su profundo vozarrón, y de un salto regresó al fondo azul. Nuestro individuo tardó varios minutos en reaccionar. Mas, cuando lo hizo, prefirió olvidar que había pasado el asunto y no pensar más en ello, evadiendo el extravagante recuerdo.

Para frustración de sus intenciones, poco después pasaron varios animales en un barco. Por la música y la iluminación, estaban en alguna clase de fiesta. Alcanzó a distinguir osos, elefantes, focas, serpientes, pájaros, camaleones, caracoles, y un unicornio. Justo cuando se disponía a pedirles ayuda, todos se volvieron a verlo con muecas muy parecidas a sonrisas burlonas en los rostros. El unicornio habló por todos ellos.

-¡Vaya, pero miren quién está aquí, en la trampa atrapado e indefenso! ¡Es el estúpido humano que caza, come, vende, encierra, ridiculiza, tortura, y descuerna a los animales!- ¡abucheos! -¿Le damos una lección?

Ante un “¡SÍ!” unánime, toda la tripulación del barco comenzó a escupirle, a lanzarle trozos de comida y otras cosas, mientras el individuo esquivaba y se cubría como podía. Cuando por fin los animales pararon y siguieron su curso riéndose, el humano maldijo y se quitó de encima toda la suciedad. Ni siquiera había tenido tiempo de quitarse la mugre, cuando un horrible olor a quemado y a podrido lo hizo levantar la mirada.

Por el horizonte, se acercaba a gran velocidad un espectro de luz rojiza. Un demonio. Reconoció su silueta de inmediato. Era uno de los compañeros a los que había abandonado a su muerte en medio del campo de batalla, en Vietnam. Por aquel entonces, había sido su mejor amigo, pero ahora no se veía muy contento que digamos.

Cuando llegó a su altura, se le quedó viendo con odio y resentimiento. Y habló con una voz idéntica al crepitar de las llamas.

-No te has olvidado de mí, ¿eh? ¡Pues yo tampoco de ti!- y dando media vuelta, añadió mientras se alejaba -¡Que te pese el pasado!

Sin comprender, nuestro individuo lo miró alejarse. Pero comprendería al poco rato. Y vaya que le pesó. Pues la superficie del lago, cual pantalla de televisión, comenzó a brillar, mostrándole uno a uno sus más terribles recuerdos.

Primero, el rostro gigantesco y furibundo de su violento padre borracho se asomó desde las oscuras profundidades. Una muñeca de porcelana con la cara de su hermana apareció flotando a pocos centímetros del rostro enojado. Cada vez que la cara se contorsionaba más de ira, la muñeca lucía más triste y maltratada. El humano quería ayudarla, pero no podía hacer nada, impotente, se limitó a mirar. Y vio cómo, de pronto, la muñeca y el rostro cambiaban. Ahora era su cara la que estaba furiosa, y su esposa la de porcelana.

Luego, en la pantalla se proyectó su estudio de grabación. Él estaba sentado en su escritorio, con una taza de café. Había tenido un muy mal día, fue esa su justificación por lanzarle el café a la violinista y al tecladista que tan ilusionados habían llegado con su grabadora, destruyendo probablemente la confianza que tenían en su trabajo.

-¡BASTA!- fue el grito gutural que surgió de su humana garganta.

Todo quedó de inmediato en silencio.

Sorprendido, miró una luz blanquecina. Un pequeño niño, totalmente solo en la desierta pradera, se le acercaba lentamente. Su luz era inocente e insignificante.

-¿Me recuerdas? Soy tu, como te veías cuando aún no encerrabas a tu corazón en una bola de cosas malas. ¿Sabes algo? No sólo hubo cosas malas en ésta historia, pero tú solo puedes ver lo que te duele. ¿Dónde has dejado esa despreocupación infantil de olvidar el pasado y confiar en el futuro?

Nuevas imágenes se proyectan en el lago. Recordó su primer juguete un trompo girando y girando con mil colores. Luego vio las tres ocasiones en que su hija le había preparado el desayuno. Una galleta, una torta, y a la tercera una gordita, todas preparadas con amor.

-Tu pasado no debe ser tu futuro- fue lo último que mencionó susurrando el pequeño antes de desaparecer.

Y con él desapareció su prisión. Y el humano, sintiéndose más libre de lo que jamás se había sentido, salió y a toda velocidad escaló un monte, dando un grito de liberación. Alcanzó a ver una estrella fugaz, o quizá fuese un OVNI.

Justo antes de que pudiera pedir su deseo se despertó, una gigantesca sonrisa en la boca. Ahí estaba, su enorme ventana al jardín con el naranjo junto al balcón. Se paró de un salto, fue al balcón, y apoyándose en uno de los ladrillos del alfeizar, tomó una naranja, la probó, y sabía tan dulce.

Sin embargo, al instante siguiente vio el reloj. Se olvidó de todo, y se fue corriendo a su trabajo. Su espalda miró el espejo, y el espejo le regresó la mirada. Desde su interior, el lago sonrió con un destello algo cruel en sus lunas.

-Hasta la próxima, humano. Sé que nos volveremos a ver. Esperaré por ti, al fin y al cabo, no tengo a donde ir. Desde que me abandonaste, tengo frío. Espero y pronto recuerdes que yo soy tu Alma…




FIN

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