La Espera

Autor: @angelehtl

Mientras las rosas morían en el jarrón de jade de la entrada del consultorio del doctor, la mujer cantaba. No sé qué mujer era, pero su voz tenía ese sonido característico de las bocinas de primera calidad o de la presencia real de una cantante, por lo que me estaba provocando bastante curiosidad. En un momento dado la mujer paró de cantar. En los intervalos de silencio, entre los aplausos que me indicaron lo artificial de la música, el ruido de la avenida más allá de las ventanas se coló hacia el interior.

"...Hidalgos saltando en el tremendum..." la voz desconocida de una persona extraña sembró en mi oído palabras forasteras a mi entendimiento. ¿Qué demonios eran esos hidalgos, y qué hacían saltando sobre lo que sea a lo que se refiera el "tremendum"? Creo que las personas se pierden de vista en las realidades en que caminan. La mujer volvió a empezar a cantar. Ella parecía ser la única que tenía muy claro lo que estaba pasando, y cumplía con su papel a la perfección: se limitaba a ser una voz en una grabadora, o una radio, perdiendo su calidad humana, tan imperfecta, tan caótica y volátil. Quién sabe si disfrutaría de su compañía en persona, quién sabe si su voz sonaría igual "saltando en el tremendum".

* * *


"Quizá mañana no seamos tan lejanos, pero por hoy querré morir en esta pequeña vela" la letra de la canción de la mujer me intriga, pero no es algo que me gustaría escuchar en este momento. Mis ojos comienzan a irse con más facilidad hacia la puerta del consultorio. ¿Cuánto tiempo tardará aún el médico en recibirme? Miro el reloj negro que cuelga de una de las paredes mustias: las doce menos veinte. Bueno es verdad que yo he llegado demasiado temprano. Creía que mi cita era a las once y media, pero resulta que en el último momento el doctor la había cambiado a las doce, y yo no recordaba.

- Las doce manecillas darán, y dormiré hasta el amanecer - dirigí mi mirada hacia el lugar de donde procedía la voz.

Un viejo perro de aguas me devolvió una mirada cansada, como de mil años de espera. Estaba acomodado en una pequeña camita en la esquina de la sala, y su largo pelo lleno de años que caía desperdigado sobre la manta me hizo pensar en el horrible calor de la tarde. Su postura era como la que uno adopta en los momentos de insolación en que ya no se aguanta más y se deja caer la cabeza a un costado, abandonándose a un sueño nocivo.

* * *


Es curioso, me pregunto por qué sucedió eso. ¿Qué es tan aterrador del pasado como para querer huir de él con desespero? Sin embargo, en aquel entonces yo corté por completo todo lazo que me uniera al Yo que era antes. Las antiguas amistades, la familia, los antiguos trabajos y escuelas. Todo, como si tuviera una extraña urgencia de olvidarme de mi Yo anterior para que no afectara a mi Yo presente. Creo que no esperaba encontrar un presente tan hostil.

De pronto tenía en la "incubadora mental" varios "huevos" puestos, ya sabe, proyectos de sueños nuevos, de creaciones nuevas. El cuidado que les estaba dedicando era extremo. Mi vida giraba alrededor de mis frescas metas, de esas jóvenes ideologías y pasiones. Pero no esperaba lo que pasó cuando florecieron esas semillas del futuro. El día en que el menor de mis proyectos se vio realizado, evocó un aroma de tiempos muertos.
Autor: @angelehtl

El olor de las campanillas en el viento es como una suave melodía. Si vas al parque que está en la colina al atardecer, puedes sentirla vibrando en el aire entre las copas de los árboles. Son unos árboles muy peculiares, con unas florecillas violáceas con forma de campana colgando de sus ramas. Creo que la primera vez que los llegué a conocer fue en el cementerio. Crecían adormilados en la orilla opuesta de un pequeño río al que los cuidadores del cementerio llamaban en broma el Estigia. La barda metálica del cementerio era lo único que te separaba de la corriente, pero cuando llovía mucho el agua invadía el interior.

El sonido, el sonido... No puedo recordarlo, pero creo que una vez cuando era joven llegué a presenciar una de esas inundaciones. Lo que sin duda recuerdo es haber escuchado el caudal de agua rugiendo con una fuerza brutal mientras la lluvia caía torrencialmente más allá de la ventana. Mis padres por esa época estaban siempre muy ocupados, y me habían dejado al cuidado de mi hermana menor, que tenía unos cinco años. Recuerdo que le daba mucha curiosidad ese lejano rugido. No era como yo me había imaginado a las hermanitas, ella cuando jugaba con sus muñecas las ponía a combatir dragones y a emprender grandes aventuras. Me divertía mucho con ella.

* * *


El médico me dijo que todo se debía a un exceso de trabajo, y me recetó unas pastillas para dormir, unos calmantes para el estrés. Sin embargo, no creo poder seguir sus indicaciones tan al pie de la letra, al menos no aún. Hoy dormiré hasta tarde, tengo mucho trabajo por hacer para mañana y muchas cosas en qué pensar. Además, había un mensaje en la contestadora cuando llegué a mi hogar. El muchacho que me ayudaba a hacer la limpieza se había enfermado y no iba a poder venir hoy, así que debía encargarme de eso también.

Comenzó a llover a media tarde, lo que fue una suerte. No tengo nada de tiempo para hacer el aseo, así que creo que usaré eso como un atajo de limpieza. Sacaré todos los cacharros sucios para que se laven con la lluvia. No se si de resultado, pero por alguna razón no me siento en lo absoluto con la fuerza suficiente. Al menos no de momento. Quizá me sentaré un poco en el sillón solitario de la sala, y lloraré mientras siento que mis manos están llenas de heridas. Heridas viejas que no recuerdo, amigas de los sueños de muerte que son mi única compañía.

Hace mucho que tengo ganas de ir a ver a un psicoanalista. No logro recordar con claridad nada, pero sé por lo que me han dicho que mi hermana murió aquel día de lluvia. Fue arrastrada por el río y su cuerpo apareció debajo de aquellos árboles, justo a la altura del cementerio. Su tumba fue colocada en esa misma zona, mi madre dice que siempre se cubre de agua los días que se desborda el río. Me parece que a ella le agrada la idea, como si tuviera toda una concepción poética al respecto de la muerte. Pero yo no consigo apreciarla.

Creo que tengo miedo, le temo a esa sombra, esa quimera desconocida que acecha en lo desconocido. En mis pesadillas siempre hay un pozo, un profundo pozo desde el cual sólo se escucha un lejano rumor de viento gélido, como si en su fondo hubiera espaciosas y complicadas cavernas. Tengo un pavor horrible de caer en él, un verdadero horror. Miro sus piedras sucias, llenas de hongos y putrefacción, su estructura derruida, su entorno neblinoso, y no puedo evitar pensar en un corazón. El corazón del pozo, aún latiendo, pútrido, en el fondo de toda la oscuridad. Entonces, en mi sueño, me siento en el borde y aguzo el oído. Una voz antigua, arcana, parece cantar. No es la voz de un hombre, ni la de una mujer, y el lenguaje en el que canta no existe. Ni siquiera estoy seguro de que sea una canción lo que entona la Muerte desde el fondo del pozo.

Pero estoy seguro de que me espera.

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