Lady Mar

Toma amenazadora de las distintas muñequitas de una muñeca rusa.

- ¿Cuál es su nombre? 
- Soy.
- Su nombre, por favor.
- Ya se lo he dicho. Soy. 

Una serie de arrugas pesaban sobre su frente como los recuerdos que debía de cargar sobre sus hombros, condenando a sus ojos a mantener siempre el ceño fruncido. El pelo blanco lo tenía largo, largo como una princesa y ciertamente mantenía a veces el porte de una reina, como si no dudase en lo absoluto que todos los años que había coleccionado en su vida le otorgaban el poder y el privilegio de gobernar sobre su vida, sobre su hogar y sobre todo lo que pudiese gobernar. Sus manos eran de dedos largos y finos pero fuertes, de porte autoritario con todos esos anillos que abundaban entre sus pliegues sin pecar de excesivos. La rosa marchita de sus labios casi nunca sonreía, y si lo hacía era para burlarse de quien quiera que se atreviese a cuestionarla o contradecirla. 

Lady Mar, que era como se le había empezado a conocer popularmente en los medios de comunicación, tenía una enorme propiedad de 500 hectáreas con una mansión de 300 habitaciones que daba hospedaje y trabajo a un elenco innumerable de artistas. Patrona de las artes y bienhechora, la mujer permitía a su servicio habitar en la residencia en condiciones que la mayoría de los londinenses envidiarían, proveyendo inclusive servicio médico, alimento y educación para ellos y sus familiares. A cambio pedía una lealtad inquebrantable y un trabajo impecable, no se malentienda, pero en todos sus años al mando de esa propiedad no hubo ni una sola queja por parte de alguno de sus empleados. 

¿De dónde viene toda su riqueza? Quizá algunos de ustedes se preguntarán. Pero me temo que el reportaje de hoy tendrá que dejar esas cuestiones para más tarde, pues algo mucho más interesante apremia la atención del público: luego de cuatro cambios de título oficial previo la noble ha optado por suprimir por completo el uso de su nombre, completando los arreglos reales para dejar de tener que responder al título de Lady Mar respondiendo únicamente al de "Soy". La controvertida decisión ha puesto al palacio de Buckingham de cabeza, dadas las reglas de etiqueta dentro de la corte y los constantes roces entre Soy y la Reina en los pasados años. 

El pasillo era muy largo bajo la nieve que caía del otro lado de las ventanas, produciendo unas divertidas sombras en las paredes. Parecía que estuvieran llorando, que las lágrimas resbalasen desde el techo y terminasen perdiéndose en un mar de sombras. El susurro de su vestido contra la alfombra y el ocasional aullido del viento eran los únicos sonidos que rompían el silencio, pero estos sonidos bastaban para que Lady Mary hiciera una mueca. "No hay suficiente silencio, son muy ruidosos los copos de nieve que caen al suelo". Al llegar al otro extremo del pasillo abrió de par en par las puertas sin anunciarse. 

- Hermana, qué sorpresa. ¿Vienes de nuevo a importunarme? 
- Sólo porque es mi deber vine a avisarte de lo que haré. 
- ¿De qué se trata, querida? ¿Más perros para tu jauría? La caza del zorro no empieza hasta dentro de cinco meses. 
- No hermana mía. Voy a volver a cambiar mi título.

En la cima de cierta colina secreta afuera de la ciudad hay un pequeño cementerio del que está prohibido hablar. Es apenas un jardín, una capilla y una reja. Una multitud de mausoleos que se engrandece ante tan sólo unas cuantas tumbas. Los nombres y apellidos más importantes de cierta familia real se encuentran ahí, por alguna razón enclaustrados y excluidos de los sitios oficiales. Como si se quisiera olvidar su existencia, como si se quisiera apartar de los ojos del público aquellas piedras. El cementerio se encuentra rodeado por un bosque de sauces casi inaccesible.

Nuevamente se ha visto a un misterioso carruaje de luto salir de los jardines del Palacio. La Familia Real se muestra reacia a hacer cualquier comentario al respecto, lo que de inmediato ha desatado una serie de rumores y especulaciones sobre la posible razón de estos viajes. Algunos auguran que se trata del próximo escándalo de prensa rosa que azotará a la realeza británica en los próximos meses, mientras que otros aseguran que se trata de un miembro de la Familia cuyos parientes, al ser de procedencia mucho más humilde, no pueden ser enterrados junto con el resto. Los mantendremos al tanto de los sucesos. 

Ella no esperó a que le pusieran la escalerilla para bajar del carruaje cuando este se detuvo en la entrada del cementerio. Vestida con sus pantalones para montar, saltó con agilidad al suelo y se dirigió hacia la oscuridad del bosque. Los mausoleos, con sus puertas cerradas, parecían gigantescos monstruos dormidos que hubieran hecho nido en la profundidad de aquellas tierras. Sus aristas de grosera piedra y sus estatuas genéricas contrastaban con dureza con la exquisita pieza de arte que se ocultaba en el corazón del cementerio. Aquel no era un receptáculo de muerte, era una gloria a la otra vida, una belleza arquitectónica que superaba todo lo visto hasta ese momento. Lady Marissa levantó la mirada hacia el nombre inscrito en el dintel, el único de todos los nombres que no se había borrado. 

- Hola, madre. Soy yo de nuevo. 

Como una serie de mentiras bonitas, los miembros de la nobleza se encontraban parados a todo lo largo del pasillo para sonreír complacientes a la Reina cuando esta saliera de sus baños matutinos, todos con el comentario sobre la frescura de su piel o la finura de su ropaje en la punta de la lengua. Detrás de ellos una fila idéntica pero gris de sirvientes deseosos de probar su valía esperaban pacientemente hincados en el suelo y con las manos en alto, sosteniendo sendas fuentes llenas de pétalos de rosas. Era la tercera vez aquella semana que realizaban esa extraña ceremonia, era la octava vez en lo que iba del mes en que todos tenían que contener el aliento para que la Reina saliera de la ducha.

Hoy hace un muy buen día en el Palacio de Buckinham, las flores en los jardines están espléndidas, verdaderamente preciosas y las apariciones de la nobleza han sido de lo más exquisitas. La princesa Ana nos ha regalado una preciosa sonrisa que combinaba muy bien con las perlas en su cuello, realmente estupenda, mientras que su primo el príncipe Alberto se ha paseado a caballo ante nuestros ojos. Aún está por ver la razón de toda esta concentración de nobles en la Residencia de la Reina, en tanto parece tratarse de un asunto privado respecto al cual nos han prometido que informarán en breve. 

El silencio tenso envolvió a Lady Marissa Wood cuando hizo acto de presencia en la Sala de la Reina. Toda la familia se encontraba allí reunida y, como si de la manzana de la discordia se tratase, en cuanto ella apareció una serie de pequeñas discusiones y debates empezó a dividir la sala. Con el rostro impasible, Su Alteza la miró hacer una reverencia y contestó con un simple asentimiento de cabeza, un acto que estaba reservado a los funcionarios no nobles del gobierno. De inmediato todos ahogaron una exclamación, centrándose su atención por completo en la escena. La mujer apretó los labios, pero no dijo nada ni tampoco apartó de la Reina la mirada. 

- Lady Marissa Wood, vaya que la haz armado gorda esta vez. Mira que convocar a toda la familia y poner las miradas del mundo sobre nosotros. ¿No se había acordado que tu situación estaba resuelta y que no se aceptarían más cambios? 
- Eso se acordó, en efecto, aunque no precisamente acorde a mis deseos. Me atrevo a sugerir que ni siquiera se pidió mi opinión en este aspecto. 
- ¡¿Pedirle su opi-?! ...Muy bien, entiendo. Permitiré que continúes con lo que sea que signifique este circo, sólo a petición explícita de tu hermana. 
- Mi Reina... He convocado esta audiencia porque deseo revocar mi título real y renunciar a todos mis derechos. Deseo salir de la corte y... 
- ¡Silencio, silencio! Niña insensata, ¿cómo te atreves a pararte aquí luego de que decidiera acogerte pese al escándalo que eso podía traernos? ¿Pese a lo que hizo tu padre? ¿De verdad crees que te confiaríamos así como así la estabilidad del reino? No, tú no te irás, aunque si tanto te pesa entonces tu nombre sí que se irá. 

El pintor que hizo el retrato de la familia real no podía saber lo proféticos que serían sus trazos, era imposible que tuviese noción de las proporciones del drama que estaba a punto de desenvolverse. Él sin embargo pintó a una reina muy seria de mirada dura y fría que leía la biblia mientras sostenía el cetro de su marido, a una princesa con mirada algo asustada que miraba al frente y señalaba hacia su padre y a un rey de aspecto cansado y desesperado, que permanecía parado cerca de la ventana con los ojos fijos en algo o alguien en el exterior. El retrato, encargo especial del rey que deseaba un cuadro mucho más sincero, en sus palabras "parecido a los de ese español, Francisco de Goya", permanecía a buen recaudo en las habitaciones reales a petición de su esposa, que nunca permitiría que algo tan escandaloso estuviera a la vista. 

Los detalles sobre la salud del rey siguen siendo inciertos, pero los médicos no han parado de entrar y salir al palacio de Buckingham casi con la misma frecuencia que los embajadores y los enviados diplomáticos. La política del Reino se encuentra en un instante decisivo de profunda tensión, en la que el resultado de los cuantiosos tratamientos podría determinar si el Rey sigue gobernando y manteniendo el escenario político como hasta ahora o si da un paso atrás para cederle su cetro a la Reina regente, provocando así un cambio sin precedentes e impredecible en el escenario político. Los economistas sugieren que también podría haber una enorme incertidumbre en los negocios del Imperio ante ese evento hipotético. 

El notario observó con la boca abierta de asombro mientras el Rey terminaba de revisar los papeles y firmaba, regresándoselos con una sonrisa. Luego de eso se apartó de la mesa y se dirigió con paso lento hacia la ventana, observando con una enorme tristeza el exterior al parecer sumido en sus pensamientos. Un par de golpes en la puerta lo obligaron a espabilarse, ensombreciéndose su semblante al ver a entrar a la Reina, quien no lucía precisamente contenta de verlo tampoco. Quitándole de las manos el documento al notario la Reina le ordenó que se retirara para poder hablar con su esposo, lo que este hizo de inmediato. 

- ¡¿Cómo te atreves a ultrajarme de esa manera?! ¿Alzar el apellido de esa desconocida, esa jardinera, al estatus de nobleza? ¿Saltándote todos los protocolos y nociones de decencia? 
- No me interesa lo que tengas que decir. El documento está hecho y firmado, la noción fue concluida. Marissa llevará en la Casa Real el apellido de su difunta madre, Woodstone, y tanto ella como su familia serán enterrados bajo estándares adecuados a su estatus. 
- ¿Encima planeas exhibir su cuerpo y su sucio nombre en nuestras tierras? ¿Cómo te atreves...? Bien, mira... Como yo lo veo, tenemos sólo dos opciones. Podemos seguir por tu camino, causar un escándalo político de proporciones bíblicas, manchar la reputación de Inglaterra y vulnerar la estabilidad de la Casa Real o podemos llevarlo discretamente. Honestamente, ¿no crees que tu hija lo agradecería mucho más si pudiéramos tratar el asunto con delicadeza? Le ahorraríamos un encontronazo con la prensa cuando apenas cuenta con cuatro años. 
- Vale, está bien, tienes razón. ¿Qué es lo que propones? 

La leyenda dice que existe una colina cubierta por un inaccesible bosque de sauces que sólo se puede atravesar si se sabe perfectamente qué camino tomar. En la cima de esa colina se encuentra erigido un cementerio sin nombre lleno de mausoleos decrépitos y algunas tumbas solitarias, apenas un jardín en el que reposan los restos de unas cincuenta personas. En el centro de ese lugar hay sin embargo una tumba especial, oculta de los ojos ajenos se erige un mausoleo de singular porte y belleza. Mas, como si esto no fuera ya lo suficientemente extraño, a su lado se encuentra una tumba sin nombre la gente cuenta pertenece a una mujer muy bella que un buen día se cansó y decidió dejar su nombre atrás. Aún no se han podido encontrar los rastros de su identidad, pero quién sabe, quizá ella prefiera que la dejemos sola con su amante, el Silencio.

Texto e imagen de Viento Nocturno

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