El canario en la mina de carbón
Se olvidan decirnos, siquiera a modo de advertencia, de cuando las cosas no salen en lo absoluto como esperamos, cuando todo se rompe mucho más allá de cualquier arreglo y no queda más que naufragar y sobrevivir, agarrarse a lo que se pueda para evitar que a uno se lo lleve la marea y velar por el propio bienestar, sálvese quien pueda. Después de eso nada vuelve a ser como era antes, nada vuelve a lo que uno desearía. Quizá las cosas están tranquilas e intentas convencerte de que no están peor, solo diferentes, solo más difíciles. Pero entonces te das cuenta de que eso son sólo palabras vacías que te repites mientras haces equilibrio al borde del abismo, en realidad sí es todo peor lo quieras o no y el final feliz nunca llegó para ti ni para tu familia.
Cuando por fin encuentro la jaula luego de tantear con las manos por toda la casa en un rincón de la habitación de mi hermana no puedo evitar arrugar la nariz mientras comprendo de inmediato lo que ha pasado. Sólo para cerciorarme meto la mano en la jaula y acuno al cuerpo rígido del canario entre mis manos, sacándolo con sumo cuidado y levantándome me dirijo hacia la bolsa de la basura, en la cocina. Voy tanteando como siempre con mi bastón el camino mientras pienso en lo estúpido que fui al no acordarme de alimentarlo, siendo que mi hermana se había ido hacía tres días.
Texto e imagen de Viento Nocturnoviento
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