Yo estaba en la espesura
Cuando Leticia despertó la casa estaba en silencio. No era de extrañar en lo absoluto, pues la mañana después de la fiesta de Navidad todos en su familia tenían la costumbre de dormir hasta tarde. Ella también se adhería a esa tradición, pero por alguna razón aquella mañana no podía hacerlo más. Simplemente se había despertado a las nueve y no había podido volver a dormir ya. Había algo extraño en el ambiente, o quizá sólo en su mente. Algo que le inquietaba como la visión de un espectro, como una criatura antinatural mirándola desde la oscuridad. ¿De qué se trataría todo eso exactamente? Leticia no tenía ni idea, pero sabía que para poder tener un buen día y no alarmar a su familia tenía que relajarse. Decidió pues salir a correr al bosque.
Afuera hacía niebla, tanta que no alcanzaba ver el final de su cuadra. Pero eso no le importó, después de todo no había casi nadie en las calles, así que tampoco era como si fuese a chocar con alguien o algo así. Comenzó a correr de inmediato rumbo a la entrada del bosque sin prestar mucha atención a los rostros serios y retraídos de las pocas personas que como ella estaban levantadas temprano esa mañana estival. Al llegar al gran muro de piedra una extraña sensación invadió su corazón, como una mezcla curiosa entre desasosiego, casi miedo y deseo, expectativa. ¿Acaso estaba relacionada esta sensación con el bosque? Era cierto que hacía mucho que no venía de visita, hacía aún más tiempo que no entraba a sus senderos. Pero le parecía una reacción algo exagerada de su parte, así que procuró sacudírsela mientras se dirigía hacia la entrada.
El guardia no se encontraba en ningún lugar cercano, así que supuso que estaría revisando algunas cosas en las inmediaciones. La niebla era mucho más espesa en el bosque debido a la humedad contenida en los árboles y la tierra, por lo que apenas alcanzaba a ver allí a unos metros de distancia. Sin preocuparse demasiado, pues conocía muy bien los caminos que atavezaban la espesura, se encaminó hacia su camino favorito, un sendero muy poco transitado y casi desconocido que discurría entre lo más profundo del bosque y se dispuso a correr. De inmediato una sensación creciente de paz y felicidad, incluso euforia, comenzó a inundar su pecho. Sintiéndose liberada siguió corriendo con los ojos brillantes y una gran sonrisa en la boca.
Pocos minutos después de haber empezado a correr por ese camino casi secreto un sonido captó su atención. Eran pasos, pasos que corrían a un ritmo similar al suyo por ese mismo camino que tan desconocido había pensado. Con algo de inquietud y curiosidad, Leticia decidió intentar ponerse a la par que la persona que corría tras ella. Pero en cuanto disminuía su velocidad la otra persona la imitaba a la perfección, como si pudiera verla perfectamente a través de toda esa niebla. Cada vez más asustada, intentó convencerse de que se trataba de un corredor tímido que no deseaba encontrarse con nadie y aceleró la velocidad, buscando dejarlo atrás. Pero entonces los pasos también se aceleraron, provocándole sincero terror. Mientras historias y rumores de violaciones, robos y asesinatos en bosques pasaban por su mente, tomó un desvío brusco y se dirigió hacia un puesto de vigilancia policial.
Para cuando llegó allí los pasos habían dejado de escucharse desde un trecho antes. Eso por supuesto no la tranquilizó, pues sólo podía indicar que quien la seguía no deseaba dejarse ver por la policía. Se acercó al oficial que descansaba en una silla con una sonrisa bonachona bajo la pequeña carpa.
- ¿Otra vez por aquí, señorita Leticia? ¿Qué sucede, se le ha perdido algo? ¿Por qué ha vuelto de nuevo? - el policía le sonrió mostrando todos sus dientes y la miró parpadeando asombrado.
- ¿Volver? ¿A qué se refiere? - la chica lo miró aún más confundida, olvidando por un momento que alguien la había estado siguiendo.
- Sí, hace apenas una hora la saludé. Pasó corriendo en dirección contraria y hasta me contestó el saludo, hasta me sonrió. ¿No recuerda? - algo muy desagradable y primitivo comenzaba a resonar en su interior, algo instintivo, aterrado.
- No, no puede ser posible, yo acabo de entrar... - la chica comenzó a retroceder, asustada.
- Quizá me he confundido, aunque le puedo asegurar que la persona que vi se parecía mucho a usted y vestía exactamente igual. Qué raro, ¿no? Bueno, ¡qué tenga un buen día! - le gritó mientras ella ya se alejaba en dirección contraria, hacia la salida.
- ¡Igualmente! - le respondió de vuelta, sintiendo el deseo de salir de allí lo más pronto posible.
El camino más corto para volver a la entrada desde esa sección del parque era un camino también terregoso que cruzaba al lado de una pequeña cabaña en la que las familias solían reunirse a hacer barbacoas. Sin dudar ni un segundo Leticia lo tomó trotando a toda la velocidad que le permitía su sentido de precaución ante la niebla y lo irregular del terreno. No llevaba ni dos minutos cuando el galope de un caballo a toda velocidad la hizo desviarse casi saltando hacia un lado, cayendo entre unos matorrales.
Agitada y aún más confundida se giró para ver al jinete que cruzaba la niebla a toda velocidad, las patas del caballo golpeando el suelo con fuerza justo donde había estado parada hacía apenas unos minutos. Sin embargo eso no fue lo que hizo que su corazón se detuviera, que su respiración se agitara como si estuviera corriendo un maratón y que un sudor frío le cubriera el cuerpo. Sobre el caballo, el jinete no se trataba de otra persona que del mismo policía que la había saludado hacía tan sólo unos momentos. El hombre, como adivinando sus pensamientos, se volvió un instante a verla antes de proseguir con su camino y ella pudo ver en sus ojos y su mirada seria, distante, gélida, extraña, que aunque era exactamente idéntico a ese policía que se había encontrado era también radicalmente distinto, como opuesto.
"¿Por qué ha vuelto de nuevo?" las palabras del hombre resonaron en su cabeza mientras el jinete se perdía entre la niebla. Aquellos pasos que la seguían, aquel jinete, la sensación, la niebla... Un sentimiento aún más horrendo y primitivo que todos los que había tenido esa mañana comenzó a formarse en la boca de su estómago mientras las piezas se iban colocando en su cabeza. Por un momento se quedó parada sin saber muy bien qué hacer, pero entonces lo escuchó: un único disparo desde el lugar donde había dejado al policía. De inmediato lo supo y comenzó a correr a toda velocidad, ya sin importarle la precaución, la niebla, el terreno: tenía que salir del bosque.
La niebla comenzaba a despejarse en esos momentos gracias al calor del día, por lo que pudo ver la silueta de la cabaña varios metros antes de llegar a ella. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo mientras se detenía de pronto y miraba fijamente hacia el lugar. Una silueta parecía esperarla de pie en la entrada a la cabaña, mirando directamente en su dirección. Una silueta horriblemente familiar pero que no lograba identificar y que le causaba terror. "No, no puede ser..." pensó mientras permanecía quieta en medio del camino, sin saber muy bien si quería volver por donde había venido o seguir adelante hacia la cabaña.
No tuvo que tomar una decisión, porque en ese momento la silueta comenzó a caminar hacia ella. Pudo reconocer el sonido de sus pasos, era idéntico al de los que la habían estado siguiendo cuando había entrado al bosque recién. Leticia se hizo para atrás y cayó al suelo, con la garganta completamente trabada e incapaz de gritar mientras su doble, idéntica a ella pero completamente opuesta, como el reflejo en un espejo, le devolvía una mirada cruel y desquiciada acompañada de una sádica sonrisa. Sin poder soportarlo más, se desmayó.
Para cuando despertó la niebla ya se había ido y un par de paramédicos la estaban conduciendo fuera del bosque hacia una ambulancia. Por lo que le dijeron el guardabosques y el policía de guardia habían sido encontrados muertos, por eso era que no había sido si no hasta que se había dispersado por completo la niebla, unos minutos después, que una mujer que había entrado a correr al bosque la había encontrado inconsciente a un lado del camino y había llamado a emergencias. En sus palabras antes de salir de su casa se había sentido muy inquieta y había preferido no acercarse a la profundidad del bosque, pero cuando la niebla se había dispersado también lo había hecho su temor. Como si de fantasmas se tratase, toda huella de esos antinaturales dobles desapareció por completo con la luz del sol. Excepto, claro, los cuerpos de sus víctimas dejados atrás aquella mañana invernal.
Texto e imagen de Viento Nocturno
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