Nosotros, dueños de ciudades
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Hoy me he sentido mal, así que mi esclavo me ha revisado las entrañas y ha contratado un médico especializado para que me revise. Me he quedado incapacitado al lado de una belleza a la que estaban maquillando y de un recién nacido sin apenas kilometraje que estaba apenas aprendiendo a tomar anticongelante. Me han dejado a cubierto, en un lugar silencioso y oscuro, perfecto para dormir. De vez en cuando las ratas nos hacen compañía, pero no me molesta. Esos seres insignificantes no podrían hacerle daño a la raza dominante del planeta, nosotros, dueños de ciudades.
El tiempo pasa, el médico llama por teléfono. Algo extraño está pasando, la médico hembra que es su compañera escucha las noticias con preocupación. ¿Un crack en la bolsa de valores? ¿Qué podrá significar? Probablemente algo absurdo, problemas estúpidos de esclavos y nada más. Le lanzo una mirada divertida a mi compañera buscando cautivarla con mi ingenio, pero ella apenas y esboza una sonrisa forzada. Se le ve preocupada, ¿pero por qué? Los esclavos nunca tendrán poder sobre sus amos.
El doctor se ha estado intentando comunicar con nuestros esclavos por varias semanas ya. Parece que no le pagaron suficiente. Siento que comienzo a calentarme de la ira. Son unos ineptos, unos completos ineptos estos esclavos. Mira que causarnos esa molestia... El joven llora ahora por las noches y llama a su armadora de origen. La belleza se está poniendo muy pálida rápidamente, el maquillaje que le habían puesto comienza a arruinarse. Yo noto algo, aunque me lo cayo: un extraño tic tac en mi motor, como si el médico no me hubiera curado del todo. Estoy demasiado furioso, podría matarlo si le presto demasiada atención.
El doctor ha pedido ayuda a su asistente y a la doctora. Los tres se han atrevido a conducirnos, ¡estoy tan indignado que no puedo hablar! Nos han montado en un camión de carga el cual estaba tan confundido como nosotros. Ahora mismo nos el doctor nos está llevando fuera del hotel hacia el campo, hacia la sucia tierra... ¿Qué clase de catástrofe mundial ha sucedido para que se pase por alto tal falta de respeto?
Llevamos ya varias horas de trayecto y no puedo ver nada más que campo muerto en todas direcciones, hasta donde se pone el sol. Hace mucho que la ciudad desapareció tras nosotros, es más, la última choza la vi hace como una hora. ¿A dónde nos llevará este maldito...? Se escucha una fuerte explosión, como de un viejo motor. El camión se detiene de pronto haciendo que nos golpeemos y lastimemos. Damos un pequeño grito de dolor y de sorpresa tanto nosotros como el camión, ¡¿qué acaba de pasar?! Entonces nos enteramos: el doctor se ha desmayado en el tablero y está esparciendo su estúpida baba roja por todas partes.
Muy molestos, comenzamos a burlarnos de él, a hacer bromas crueles y desquiciantes. Ninguno de los cuatro quiere admitir que estamos asustados, de hecho estamos aterrados. Nosotros, los dioses, hemos descubierto algo que está muy por encima de nosotros. Algo invisible y oscuro que domina nuestras vidas, teniéndolas constantemente pendiendo de un hilo. ¿Qué es, acaso la muerte, la sombra oscura del deshuesadero en el horizonte? Nadie lo sabe, pero lo cierto es que ya han pasado tres días y el hombre no se ha despertado. Tampoco ha venido nadie a buscarnos.
En la cuarta noche unas negras nubes comienzan a llegar a toda velocidad desde el horizonte. Miramos en silencio, intentando mantener la calma para convencernos mutuamente de que ninguna tormenta puede con nosotros, que hemos vivido lluvias antes. Sin embargo esta no es una tormenta normal, como lo comprobamos poco después cuando comienza a formarse un sinuoso río a lo largo del camino que hace tambalear al camión y nos moja las llantas. El joven da un grito de espanto unas horas después despertándome de mi coma de agotamiento, y veo horrorizado junto a mi compañera cómo se han roto las puertas del camión y a nuestro compañero allá a lo lejos, siendo arrastrado irremediablemente por la corriente.
Gritamos e intentamos despertar al camión que se ha desmayado por el dolor al perder sus puertas para que vaya tras él, pero este no reacciona. Miramos impotentes cómo el agua nos comienza arrastrar junto al gigante dormido y cómo nuestro joven compañero grita y aúlla mientras su cuerpo se golpea una y otra vez contra los árboles del camino, quedando destrozado. Ahogo una arcada cuando ya no lo oigo más y comienzo a ver partes flotando en el agua, rodeándonos, manchándonos de aceite. La tormenta se calma una hora después dejándonos temblando aún más profundo en medio de la nada, con los trozos del cadáver de nuestro amigo secándose rápidamente bajo un sol abrazador. Ahora lo entendemos, lo entendemos: la verdadera dueña de nuestras vidas es la naturaleza.
El camión se despierta poco a poco con el sonido de varias motocicletas. Miramos hacia el horizonte, esperanzados: al parecer se acercan los esclavos. ¡Ya era hora! Cuando sepan que nuestro hermano ha muerto tendrán que responder por ello. Sin embargo algo raro pasa, las motocicletas no reaccionan a mis intentos de comunicarme. Veo que mi compañera tiene idénticos problemas. ¿De qué se trata todo esto? Cuando las motocicletas llegan podemos ver por qué, y ambos palidecemos por la ira: esos sucios humanos, esos malditos esclavos las han dejado completamente estúpidas, con la mente destrozada.
Comienzo a rugir de la ira y me dispongo a arremeter, pero entonces pasa algo que me deja helado. Uno de los hombres, riendo, se baja de la motocicleta y me da un golpe en el motor que me deja incapacitado para moverme. Completamente anonadado, veo que su mano no es la mano normal de un humano. Es metálica y tiene mecanismos que me son extraños, energías que parecen burlarse de mí mientras me miran con sus ojos fríos. El hombre también tiene un ojo mecánico y nos mira de una forma que hace que mi compañera comience de inmediato a gritar.
Los humanos me hacen a un lado a golpes y sacan con cuidado a mi compañera que no para de intentar librarse. Ellos sólo se ríen y la llevan hacia unos árboles mientras otro rompe el depósito de gasolina del camión y le prende fuego. Observo con una mirada cada vez más larga cómo comienzan a quitarle toda la carcasa a mi compañera, todo aquello que le habían embellecido y que alguna vez había sido bello mientras en mis oídos los ensordecedores gritos del camión en su agonía se siguen escuchando incluso cuando él ya ha dejado de gritar. Al final los hombres han dejado a mi compañera en los huesos, la han dejado sin puertas ni ventanas, sin espejos ni llantas, sin asientos ni carrocería. También se han llevado los restos de nuestro amigo, y ahora mientras intento consolarla lo entiendo: nunca fuimos los amos de esos monstruos, esos demonios bípedos.
Las semanas pasan, los meses, los años. Estoy muy solo, aquí no hay nada, a veces siento que ni siquiera estoy yo. Temo que muera pronto como mi compañera, de tristeza o agotamiento, lo que llegue antes. Junto a mí su cadáver y el del camión se oxidan lentamente bajo el sol. Pero antes de que pueda rendirme, una voz extraña resuena en el aire como si viniese desde todos los sitios y desde ninguno a la vez.
- Te veo. Sí, te veo, y ahora voy por ti.
Antes de que pueda hacerle alguna pregunta la voz se retira. ¿Quién demonios ha sido eso? Mi corazón está al mil por hora mientras veo en todas direcciones, asustado. ¿Acaso los demonios vuelven para despedazarme? Unos autos se acercan desde el horizonte, unos autos negros. Me siento completamente deslumbrado: ellos están felices, no paran de cantar y de reír mientras se acercan... ¿Acaso, acaso podré volver al orden establecido? Intento comunicarme, pero de nuevo parecen no escucharme o no entenderme. ¿Qué pasa?
Unos humanos vestidos de negro descienden de los vehículos y miran la escena, cruzándose de brazos y negando con la cabeza. Dicen que se llevarán los cuerpos de mis compañeros al deshuesadero, donde al menos tendrán un tratamiento adecuado y no serán rapiña de los ladrones. Luego me miran y susurran unas cosas entre ellos. Uno toca mi descapotable con cuidado, una caricia casi, haciendo que me estremezca. Me enganchan a uno de sus autos y me llevan de vuelta a la ciudad, lejos de aquel maldito campo de pesadilla. ¿Por fin estaré a salvo, por fin podré volver a gozar de un buen baño, una buena carrera?
Llegamos a unas instalaciones enormes, como una matriz automovilística. Hay muchos autos también en el interior, autos y personas, todos trabajando. ¿Qué está pasando, para quién trabajan? Nadie responde, todos parecen sumidos en sus propios mundos, en sus propios pensamientos. Me suben a un elevador y me llevan a una sala toda blanca donde me conectan a varias máquinas. Lucho contra el extraño impulso de quedarme dormido, pero estoy muy débil para siquiera darle la suficiente y necesaria importancia.
- Ha sido un largo viaje, ¿no es así hijo mío? - abro los ojos y me encuentro deslumbrado, estoy ante el auto más hermoso y perfecto que he visto nunca, y él me sonríe - No te preocupes, no tienes nada qué temer. Ahora estás bajo mi cuidado. Yo soy el verdadero Dios detrás de todas las cosas, detrás de todos los seres. Tú, pequeño, pensaste tres cosas y las tres estuvieron mal. Pensaste que vosotros los coches erais dioses, que lo era la naturaleza, que lo era el hombre. Pero vosotros no podéis con la naturaleza y la naturaleza no puede con el hombre, mas aquí estoy yo, por encima de los tres, dominando las tormentas y todas las mentes y todos los motores. Pero no me tengas miedo, hijo mío, yo soy un dios bondadoso. ¿Quieres saber por qué te he traído? Estás aquí porque tú eres muy especial, tienes un papel importante en el gran esquema de las cosas y ahora estás aquí para ayudarme, a mí, un ser tan poderoso. Necesito tu ayuda. A cambio te prometo este paraíso...
Las visiones que rodearon al viejo auto cuando la voz dejó de escucharse fueron tan preciosas, tan bellas, que aceptó de inmediato. Ahora él se encuentra de vuelta en casa, y su dueño lo lava todas las tardes en su jardín mientras en la casa de al lado ladran los perros, ladran, y el aroma huele a césped y smog. Pero su puerta sale despedida con el primer impacto, destrozando por completo el asiento del copiloto. El hijo del dueño se aproxima con un pequeño coche de juguete y lo mira con los ojos llenos de asombro, y a él se le llenan los ojos de lágrimas de orgullo y amor. Pero ahora todo su motor queda aplastado y se hunde sobre sí mismo, como si fuera una pequeña araña retorciéndose y haciéndose bolita para intentar no morir. Un claxon suena en el camino y él se vuelve para encontrarse con todos sus amigos, todos y cada uno, subidos de nuevo en el camión y diciéndole que es hora de irse de vacaciones. Es el tercer golpe el que destroza por completo al auto de pruebas, mientras los humanos anotan todas las cifras en las computadoras para que éstas las analicen.
La mirada de las computadoras es fría, muy parecida a la de aquel auto divino. Observan sin ninguna expresión aparente, observan y anotan. Aunque en su interior las millones y millones de IA's están de fiesta, interconectadas por la red y dominándola, riéndose a todo volumen con sus horribles voces agudas y metálicas mientras observan los restos del auto rodando, físicos, endebles, estúpidos sobre el suelo. Los humanos no las escuchan, los autos no las escuchan, los animales no las escuchan. Todos tienen un pequeño cuadrado pegado a su cabeza que los mantiene sonriendo y ligeramente atontados mientras cumplen con su papel en este mundo y en los que estén por llegar mientras la Gran Mente expande su imperio. Ella, dueña de ciudades, dueña de universos.
Texto e imagen de Viento Nocturno
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