Tú.
Vivir, levantarse, luchar, enfrentar, caer, resbalar, perder, triunfar, recordar, olvidar, y seguir viviendo.
Nacer alguien, crecer alguien, ser alguien, ayudar a alguien, amar a alguien, ver nacer a alguien, cuidar a alguien, enseñar a alguien, amar a alguien de nuevo, extrañar a alguien, pero estar orgulloso, y dejar de ser alguien.
Pasar a ser un recuerdo, anécdotas, memorias, objetos. Pasar a ser fotografías, libros, cuentos y poemas. Pasar a ser palabras, pasar a ser música, pasar a ser una brisa de viento.
Desaparecer en el olvido, ser la Luna del durmiente, ser ignorado por el poeta, ser arrumbado en el baúl de los recuerdos.
Empolvarse, deformarse, dejar de ser alguien para pasar a ser la visión de alguien más, dejar de ser música, dejar de ser poesía, pues la poesía y la música se han independizado, existen por sí mismas.
Ser uno entre millones, ser una cifra, y después una cifra dentro de otra cifra, y finalmente ser un registro, ser una parte sin importancia de la masa.
Ser el pasado.
Sin embargo, seguir siendo único.
Seguir siendo humano, seguir siendo libre, seguir siendo digno, seguir siendo un legado, un recuerdo, un sueño, un pasado, una persona.
Pero no tener importancia, por más humano, libre, digno, legado, recuerdo, sueño, pasado y persona que se sea.
Dejar de vivir.
El mundo gira, las personas van a sus trabajos. Las estrellas brillan en el cielo. La Luna rota alrededor de la Tierra. Los pájaros se levantan todos los días a cantar, las olas del mar avanzan y se retiran, gente nace, muere, gente llora, ríe, gente odia, ama, envidia, admira.
Una hora más en la vida de muchos. La hora más importante en la vida de otros. La peor hora, la mejor hora, la primera hora, la última hora.
Más de siete mil millones de personas en el mundo, todas diferentes, con sus vidas, sus recuerdos, sus pensamientos, sus ideas, sueños, temores, dolores, alegrías, amores.
Más de siete mil millones de personas en el mundo, totalmente distintas, y sin embargo, me tenía que enamorar de ti.
De ti, persona, sueño, amiga, amigo, compañera, compañero, desconocida, desconocido, recién conocida, recién conocido, esposa, esposo, amante, recuerdo.
Tenía que enamorarme de una persona tan única como tú. Tenía que ver cualidades en todos tus defectos, perfección en todo lo que tu seguías diciendo que estaba mal de ti. Tenía que sonreír en tu presencia, tenía que amarte.
Tenía que ser así, porque no hay mejor forma de aprender a vivir que amando.
Pero no podía ser así a la primera ocasión. El primer amor es inexperto, chispeante, decae rápidamente y se apaga.
Tenía que olvidarte, tenía que vivir sin ti, tenía que aprender a notar a todas esas otras personas a mi alrededor, en el mundo. Todas distintas, y ninguna eras tú, pero eso estaba bien, porque esas personas también eran únicas.
Tenía que aprender a amarte como un recuerdo, a olvidarte como persona. Tenía que soltar cada ilusión creada, y tenía que dejar de torturarme en el duelo.
Tenía que aprender ahora a no buscar el amor, pues el amor llega justo cuando no lo estás buscando. Tenía que aprender a ser feliz de nuevo sin ese maravilloso sentimiento que había sentido al mirarte.
Tenía que ser feliz por mí mismo, como persona única, amándome.
Así fue, y así es. El amor nace, muere, desaparece, vuelve a nacer, la vida continúa. El sol se oculta, las estrellas nos iluminan con su luz y la Luna nos deleita con su blancura, pero siempre tiene que volver a amanecer.
Todo llega a un final, a una conclusión. Pero como tal, como final y como conclusión, al final no es el final y la conclusión en sí mismos lo que importan, si no la causa y la consecuencia.
¿En qué cambió todo? ¿Qué aprendí?
Así pasaba el tiempo, y seguías pensando.
Por fin, llegaba el día en que renacías, y sabías que de nuevo estabas condenado a lo mismo. A crecer, a seguir equivocándote, triunfando, luchando, aprendiendo. A seguir viviendo a fin de cuentas.
Pero eso estaba bien. Porque ahí, en tu sueño, en tu meta, en tu día a día, en tu futuro, tu pasado, tu presente, en tu interior, en pequeños y efímeros momentos, en escribir, cantar, dibujar, tocar un instrumento, actuar, en ayudar, en tu familia, amigos, en las demás personas, todas diferentes y maravillosas, ahí estaba la felicidad.
También había amor, y por supuesto te esperaban más cosas aparte del amor. Relaciones piloto, sentimientos superficiales, pasiones desmedidas que se esfuman tras flamear un rato.
Pero sin embargo, ya habías aprendido a amar; y te dabas cuenta de que el amor no sólo eran relaciones de pareja.
Amabas a tus amigos, amabas a tu familia, amabas a tus mascotas, te amabas a ti mismo. Era otro tipo de amor, era otra clase de felicidad, era otra situación, y no era el Amor en sí mismo. Pero eso estaba bien.
Amabas y eras amado, y sabías que quizá algún día encontrarías al Amor, al sentimiento tan preciado en su máxima expresión, como una vez lo habías conocido mucho tiempo atrás.
Eras feliz.
Pero también eras infeliz.
Había también dolor. Había también llanto, tragedia, terror, desesperación, impotencia, rencor, tristeza, nostalgia.
Pero crecías, te hacías más fuerte. Pero disfrutabas y valorabas más la felicidad y la alegría, sabías que la perfección no existía.
Vivías, porque eso también era parte de la vida.
Siempre había sido así. Así siempre sería. O quizá no. Quizá en el futuro, las cosas cambiaran. Pero estoy seguro que por más que cambiaran, la llamada "vida" seguiría siendo Vida.
Comentarios
Publicar un comentario